Mujeres de nuestra historia

Ana Barrenechea: “Si volviese a nacer, sería futbolista de la Real Sociedad”

Un día de año 95 Ana Barrenechea apagó la luz y dijo ‘hasta aquí hemos llegado’ y ya nunca más volvió a pasar las vallas tan rápido: ni los 60 ni los 100 metros.

Nada.

– Siempre pensé que me retiraría cuando yo quisiese -dice ahora.

Pero aquel verano se quedó sin motivación y no importó que fuese la actual campeona de España de pista cubierta o la segunda al aire libre con viento en contra en La Peineta.

– Había superado una tendinitis en el tendón de aquiles. Desde hacía 20 años mi vida era el atletismo. Pero de repente aquella decisión me salió de dentro. Me dije que ‘no más, ya no más’, y tomé la decisión yo sola.

– ¿Y no lo consultó con nadie?

– Fue un error. No di opción de opinar a mi entrenador, que me aconsejó, “Ana, tómate un tiempo y medita a ver”. Pero no supe hacerlo. Si no iba a estar a tope no. No quería. El alto nivel es muy exigente. No me veía entrenando así y me dije, ‘esto se ha acabado’.

Desde entonces han pasado 26 años y, como dice ella, “dicho así, suena fatal. Pero, aunque a mí me parezca que mi último campeonato fue ayer, la vida pasa”.

– Y, como usted dice, han pasado 26 años -añade.

– ¿Y qué es de su vida? -le pregunto.

– Hice INEF. Estoy en el mismo instituto en Madrid de profesora de educación física desde 1989. Parece que cuando entro en un sitio no salgo…. (risas). Pero me presenté a la oposición y lo saqué a la primera y ya ve… También es verdad que eran otros tiempos. Salían más plazas y yo, que trabajaba dando clases a media jornada, que entrenaba y que estudiaba… Pude sacar la oposición.

– ¿Qué le hizo atleta?

– A los 11 años empecé a entrenar en Pamplona. De pequeña, en realidad, yo quería ser futbolista. Es más, con 10 años me quería ir a Italia. Supongo que vería algún partido. Pero yo iba a un colegio de monjas y un día vino Ángel Requetibate, el que iba a ser mi entrenador, y nos ofreció a unas chicas y a mí ir a entrenar a la pista de atletismo de Pamplona.

– Y se hizo atleta para toda la vida.

– Aún sigo entrenando. Hace un año me rompí un menisco. Pero sigo corriendo, hago fuerza, bicicleta. Sin ir más lejos, ayer estuve casi tres horas en la bicicleta. Mi cuerpo ya no me deja hacer velocidad. Pero no puedo vivir sin correr. He corrido la Behobia por debajo de 5’00″/km seis veces. No me ha caído más agua en toda la vida. Pero fue una experiencia fantástica.

– Una vallista en la Behobia.

– Sí. Pero es que de infantil fui subcampeona de España de cross en Burgos. Mi entrenador me pedía hacer de todo. Hice hasta combinadas. Es más, menos marcha, pértiga o martillo he hecho de todo. En mi primer nacional infantil hice 60, el relevo 4×300 y el 1.000.

Ana Barrenechea, en realidad, es una fábrica de anécdotas.

– Mire, le puedo contar que tengo amistad con Jorge González Amo. Fueron muchas concentraciones, viajes aprendiendo de su vitalidad. Siempre me llamaba la atención porque él decía que no podía vivir sin correr. Yo no lo entendía y, sin embargo, ahora soy yo la que lo digo. Si no salgo a correr no me encuentro bien.

– Fue usted ocho veces campeona de España.

– Lo recuerdo como la felicidad. Había que trabajar muchísimo y tener suerte. Pero luego llegaba la siguiente temporada y había que volver a empezar y, sí, tenías la confianza de haber ganado, pero ¿y si no tenías suerte?

– ¿Y tuvo usted suerte?

– Tuve suerte porque siempre recuerdo que Juan, un antiguo corredor de 3.000 obstáculo, me decía cuando vine a estudiar a Madrid, ‘Ana, tú puedes ir a un Europeo’, y yo le decía: “Juan no, eso es una fantasía”. Sin embargo, encontré a Jesús Álvarez, el entrenador que me demostró que era posible, y eso fue una suerte, sí.

– Sin los entrenadores no llegaríamos tan lejos.

– Estoy de acuerdo. Mire, yo siempre llegaba en forma a los campeonatos de España. Otra cosa es lo que pasase. Pero yo llegaba en forma y eso era gracias al entrenador. Y no me di cuenta de su importancia hasta que dejé de ser atleta. Es más, creo que nunca le di las gracias. O al menos no lo recuerdo. Pero hoy sé que donde hay un buen entrenador siempre habrá atletas.

– ¿Qué le faltó a usted?

– Me faltó ir a los JJOO. Pero no se dio. Jesús siempre me decía, ‘entrenas muy bien’, pero no salió ni tampoco salió ir a un Mundial. ¿Por qué? Quizás porque las mínimas eran tremendas. Yo era récord de España con 13’50 y se necesitaban 13’34 o 13’24”.

– A los 24 años, usted ya tenía un trabajo para toda la vida.

– Siempre creí en el esfuerzo. Durante los veranos volvía a Pamplona y me ponía a dar clases de natación en Pamplona. En casa no sobraba el dinero. Mi padre trabajaba en una empresa cárnica en Pamplona e íbamos justos con un solo sueldo. Mi hermana y yo estudiamos con becas. No nos íbamos de vacaciones.

– El esfuerzo es cultura.

– Mi madre me decía que teníamos que ser económicamente independientes. Pero de forma natural. No fue como una tragedia ni como una obligación. Si acaso, como algo ético. Si yo puedo ayudar en casa… Mi hermana menor fue a estudiar informática a San Sebastián y eso también costaba. No he hecho otra cosa en la vida que no haya visto a mis padres.

– ¿Si volviese a nacer sería atleta?

– No. Sería futbolista. Yo siempre fui de la Real Sociedad. Me encantaba jugar al fútbol. Volvía del colegio. Me quitaba el uniforme y bajaba a la calle a jugar tras hacer los deberes. Era la única chica.

– ¿Qué daría por volver a correr tan rápido?

– Todo. Veo las vallas y me encanta esa sensación de estar en forma y correr un 60 o 100 vallas a tope. Pero esa época ya pasó. Se acabó en agosto del 95 cuando me retiré. Sentí que algo dentro de mí se acabó. Bajaba al INEF. Veía lo que entrenaban los demás y yo misma me decía ‘que barbaridad’. Y, en realidad, era algo que yo había hecho.

– Al final, todo se acaba.

– Pero disfruté una barbaridad. Tendría que pensar para recordar lo malo. Pero lo bueno me sale al instante. Recuerdo el 13,50 a las diez de la mañana en Monjuich. Fue el primer récord de España en 1990 en una eliminatoria el año del Europeo de Split del que aún guardo un montón de fotografías. Más allá del resultado, son recuerdos imborrables.

– Trabajaba a muerte para 12 ó 13 segundos.

– Pero en esos segundos pasan tantísimas cosas desde el disparo. Hay diez vallas. Te puedes hundir en un apoyo, tocar una valla. Mi mayor estropicio fue en el Mundial del 95. Estaba acelerada. Metí un apoyo mal y me presenté en la primera valla a pierna cambiada. Me pasé 24 horas llorando al recordar como corrían las demás.

Por : Alfredo Varona

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