Mujeres de nuestra historia

Esther Lahoz: “Al principio no destacaba en nada. Mi mayor cualidad fue la fuerza de voluntad”

“Yo empecé a hacer atletismo mayor en Segundo de BUP en la Universidad Laboral de Zaragoza, donde estaba interna”, recuerda hoy Esther Lahoz (1963), que hasta entonces jugaba al hockey y bailaba jota “que parece que no pero ayuda a desarrollar gemelos y soleos que luego valen para correr”.

Y fueron 22 años los que Esther duró en la élite.

– Tuve suerte -razona-. Cuando empecé no pensaba en ser campeona de España ni en ser internacional. No tenía prisa de nada. Al principio era solo para entretenerme dos horas tres días a la semana. Y no tenía la presión de querer llegar pronto. Mi entrenador no me dio opción a cansarme psicológicamente.

– ¿Y luego nunca se cansó?

– No. Quizá parezca extraño pero no. A veces cuando no salían las cosas tal vez sí. Pero nunca me sentí tan agotada para decir, ‘lo dejo’. Quizá porque siempre lo compaginé con mi trabajo.

– ¿Y ése fue su triunfo o su derrota?

– Creo que fue mi triunfo. Si me hubiese dedicado de forma exclusiva hubiese sido más estresante o negativo. No me dejaba obsesionar tanto con el atletismo. Fui una atleta que apenas tuve lesiones. Mi trabajo me ayudaba a hacer un ejercicio que luego servía para prevenir lesiones porque daba clases de gimnasia a la tercera edad. Me ayudaba a mejorar flexibilidad, coordinación. Era como una segunda sesión.

Cuando Esther Lahoz hizo su mejor marca en el 97 en 400 (52’67”) corriendo por la calle 1 ya trabajaba 8 horas diarias en el Palacio de los Deportes de Zaragoza como técnica de mantenimiento.

Tenía 34 años y tenía “esa madurez”, dice ella. – Mi cabeza estaba más relajada. Recuerdo que fue en los Juegos del Mediterráneo y que estaba Susana Cruz haciendo combinadas y la vi animarme con tantas ganas a la salida del 100 que pensé: ‘eso debe ser que voy muy bien”.

El primer gran viaje de Esther Lahoz fue a los 21 años al Europeo de pista cubierta en Goteborg.

– Yo era una desconocida total y, de repente, un viaje como ése a un país que entonces parecía en las antípodas.

Pero ella, la atleta de Pancrudo, se había ganado ese derecho.

– Me acuerdo que fue en el Campeonato de España en San Sebastián, que me llamaron para hacer el control antidoping y que vino Teresa Rioné y me dijo, ‘jo, qué morruda eres’.

Y Esther, que entonces no sabía ni lo que era un control antidoping, se quedó muda.

– Que te van a seleccionar para el Europeo -le dijo Teresa.

Y, efectivamente, fueron las dos.

Y Gloria Pallé también.

– Y, desde 1984, se convirtió usted en una referencia del atletismo -le digo ahora a Esther Lahoz.

– No sé si referencia. Habrá quién pensará que no, porque la mayor parte de mis internacionalidades se deben al relevo 4×400. Pero es que el relevo tiene esas ventajas.

– Supo usted encontrar su sitio.

– Porque supieron dirigirme. Solo tuve un entrenador Pedro Pablo Fernandez en toda mi vida y ése fue uno de mis valores porque es lo que le decía al principio: me ayudó a no obsesionarme por nada, a ir sin prisa.

– Odiamos las prisas.

– Mi entrenador siempre recuerda que al principio yo no destacaba en nada, que yo siempre era la que completaba el equipo. No era ni rápida ni lenta. Pero es verdad que supe asentarme en el 400 y luego, como no me daba miedo pasar las vallas…

– No era una estrella.

– Para nada. Si me preguntaban cuál era mi principal cualidad nunca sabía decir. Sólo se me ocurría pensar en la fuerza de voluntad. Pero es que fue así. Hice lo que me dijeron y nunca me pareció monótono. Al contrario. Creía que lo más divertido era entrenar día a día. No la competición.

– Llegó usted a ser olímpica en Barcelona 92.

– Mi gran sueño hubiese sido llegar hasta Sidney 2000. Pero tuve una lesión en el tendón de Aquiles que me lo impidió y que hubiese sido el final perfecto. Sobre todo porque mi hermana fue emigrante en Australia y tengo tres sobrinos que nacieron allí y tenía el anhelo de llegar a Sidney como fuese, de conocer ese país.

– ¿Y ha conocido Australia después?

– No, no (risas). Es una de mis asignaturas pendientes.

Y añade ahora:

– Mi hermana, después de diez años, volvió. Salió junto a mi cuñado en los años setenta a ganarse la vida -recuerda Esther Lahoz, que era la menor de siete hermanos de una familia de Pancrudo (Teruel) y que hoy constata:

– Sí, efectivamente, desde los pueblos también se puede llegar a cualquier sitio: todo depende de las inquietudes que tengas.

– ¿Y usted llegó al fin del mundo?

– A mi manera, sí. Ante todo, quise ser una buena compañera y creo que lo fui. Traté de ayudar siempre y luego vinieron los resultados de los que estoy orgullosa. Supe ser regular. Hice marcas muy similares siempre. No ganaba ni perdía partidos. Pero daba consistencia a los relevos.

– En el atletismo también debe existir gente como usted.

– La gente, que está en la sombra, también es necesaria. Quizás no se nota mucho cuando estamos pero sí se nota cuando no estamos y yo pude ser una de ellas. Hay gente que se puede reflejar en mi y preguntarse por qué no puede durar hasta los 37 años en la élite. Yo he demostrado que se puede.

– Y en una especialidad agresiva como los 400.

– Pero el 400 es una prueba de largo recorrido. No hay que pretender quemar etapas, pisar el acelerador antes de tiempo y marcarse objetivos realizables. Mi entrenador y yo siempre lo tuvimos claro. No hablábamos de ser finalistas en unos JJOO (sabíamos que eso era muy difícil para mí); hablabamos de llegar a unos JJOO.

¿Y con 40 años se puede hacer la mejor marca?

– Todo depende de la madurez, de los años que lleves, del cansancio que tengas: yo tenía 35 años pero aún era joven porque no empecé a hacer atletismo a los 12 años. Todo depende de la historia que tengas detrás. Y si tienes alguna duda mira ahora a Allison Félix, que ya tiene una edad. Siempre hay excepciones.

– ¿Y cómo es usted ahora como entrenadora?

– Soy poco exigente entre comillas. Creo que los atletas deben hacerlo porque quieren: lo que hagamos vamos a hacerlo bien, les digo. Primo la relación personal sobre el rendimiento deportivo. Pero tienes que saber a quien puedes exigir y a quien no. Aún mas ahora que es tan complicado fidelizar a los chavales si no consiguen resultados con rapidez.

– ¿Y algun día tendrá usted un atleta olímpico?

– Ahí deben coincidir muchas cosas. No solo mi capacidad sino sobre todo la del atleta. Tiene que ser un atleta tocado con una varita con algo que le haga excepcional realmente. ¿Llegará o no llegará? Y si llega se verá si estoy capacitada. A veces yo también me lo pregunto.

Autor: Alfredo Varona

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