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María Pérez o como el “hombre de Orce” nos trajo a una de las mejores marchadoras de España

Cúllar Vega, Granada, Guadix y, por supuesto, Orce, su pueblo en la sierra de Baza. El lugar donde se encontró al ‘hombre de Orce’, los restos de uno de los primeros pobladores de Europa. Un dato que es mucho más que un apunte cultural porque gracias a él, en cierto modo, España tiene a una marchadora tremenda llamada María Pérez, la mujer de Orce.

La historia se remonta a cuando María era una niña de once años y, en el colegio, el maestro Pepe preparó una excursión por Orce, Galera y Huéscar, por donde se dice que los homínidos empezaron su incursión por el continente. Metieron las bicicletas en el autobús y emprendieron el camino. Al final de la excursión, como remate, les esperaba una exhibición del marchador Paquillo Fernández, entonces un gran referente en Granada, que estaba preparando los Juegos de Pekín. María probó la marcha y se volvió a su pueblo. Días después, Carolina Carrión, una amiga de su madre, la llamó para ver si la niña se animaba a entrenar porque le habían dicho que se le daba muy bien eso de caminar deprisa.

A Orce vuelve a ver a la familia y a rodar por aquellas montañas peladas, sin apenas árboles, solo algunos almendros, a mil metros de altitud. Si no, su sitio para las tiradas largas es Guadix, el altiplano granadino, donde tienen ella y el resto de su grupo largas carreteras donde pueden empezar a mil metros y acabar a 1.500. Y antes de volverse de Guadix, aprovecha y se pone en manos de Ángel, su fisioterapeuta de confianza. Porque María ya se ha rodeado de un equipo de profesionales en los que se apoya para exprimir hasta la última gota de su enorme talento. Por eso trabaja con Jesús Martín, su nutricionista, Jesús Huertas, un fisiólogo de la Universidad de Granada, y Juan de Dios Beas, un traumatólogo que es quien le echa un ojo y la asesora cuando se lesiona.

Llama la atención la ausencia de un psicólogo. Quizá porque la granadina siempre ha sido una competidora implacable. Y porque ella misma se define como “una marchadora bohemia“, un adjetivo, el de bohemia, que se atribuye porque nunca pone vídeos para analizar su marcha ni la de sus rivales, porque jamás mira las listas de salida y porque, dice, también le da igual cómo sea el circuito. Y si alguien se acerca y empieza a hablar con ella sobre las características de algún campeonato, le deja hablar por pura educación, pero, en realidad, desconecta. “Lo escucho, pero no le presto atención“, asegura. Nunca lo tuvo fácil. Al principio iba a Galera, el pueblo ‘rival’ de Orce, y se entrenaba con niñas más mayores. Su madre trabajaba allí de carnicera y María fue muy bien recibida. Se le daba tan bien que a los 15 años le propusieron marcharse a Guadix, uno de los grandes núcleos de la marcha en España, para entrenar con Jacinto Garzón.

El cambio fue brusco para aquella adolescente que dejaba Orce para intentar convertirse en atleta. “Fue difícil, la verdad. Yo no me fui a un Centro de Alto Rendimiento, donde te lo dan todo hecho. No. Yo me fui a compartir piso con un compañero, a entrenar, a estudiar el Bachillerato, a hacérmelo todo… Salía de instituto a mediodía y me iba a la joyería Garzón, de los padres de Jacinto, y comía allí con ellos. Después me marchaba a entrenar. Y por la noche, al llegar, aún tenía que lavar la ropa. Ahora sé que mereció la pena pero hubo muchos días que llamabas a tus padres y les decías que te querías ir. Y otros que estabas mal, pero te callabas. Porque si llamaba a mi madre y se lo decía, se venía a por mí y me llevaba para el pueblo otra vez. Eres una niña y te toca madurar antes que los demás. Si te metías en un follón, tenías que resolverlo tú misma“.

María procede de una familia muy humilde donde sus padres se han matado a trabajar. Un matrimonio donde la crisis de 2008 pegó duro. “Mi madre, Paqui, que ya había sido operada de un problema en la cadera, tuvo que operarse nuevamente. Y mi padre, Luis Miguel, que trabajaba en la obra, se quedó sin curro y se puso a trabajar en el campo, haciendo bodas y bautizos, lo que fuera… Por eso yo me pagaba mis cosas en Guadix y lo que sobraba de la beca, lo enviaba para casa. Así es la vida. Los padres hacen todo lo posible para darte tus caprichos y, aunque ellos no lo digan ni pidan nunca nada, los hijos tenemos que devolverle a los padres lo que no pueden tener. Yo siento esa responsabilidad porque si yo he cumplido mi sueño ha sido gracias a ellos“.

Esos años tan difíciles pudieron endurecer a María Pérez. La granadina nunca lo había pensado. Pero no lo ve claro. “Yo estudio Educación Infantil y se dice que las primeras edades marcan a las personas, pero yo creo que mi carácter competitivo viene de que hago lo que me gusta y me apasiona. He visto luchar a mis padres por nosotros y eso te hace madurar. Pero yo entreno todas las horas que entreno para competir y por eso, cuando llega el día, estoy eufórica“.

Por : Fernando Miñana

 

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