“En Doha me preguntaron si yo creía que podía inspirar a las chicas de allí, y dije que me parecía muy difícil que pudiese inspirar a unas chicas que no tienen permitido hacer mi deporte. Muchas veces no sé hasta qué punto los grandes campeonatos dejan huella en el país que los organiza, eso quise transmitir, porque me gusta que el deporte también dé algo a la sociedad en la que se celebra. En Doha me dio la sensación de todo lo contrario, de que nosotros éramos un ente aparte y a mí se me permitía hacer cosas, como ir por la calle en pantalón corto, que a las mujeres de allí no se les permitía. Estábamos viviendo una situación que no era la real en Qatar. El deporte es un espectáculo, pero también debe transmitir unos valores, una forma de vida, y si una de las dos cosas no existe, para mí falla algo”.
La que habla meridianamente es Marta Pérez, una mediofondista que se defiende igual sobre el tartán que ante un micrófono: valiente para correr delante y sin tapujos ni censuras para llamar a las cosas por su nombre. Y una defensora de la igualdad, faltaría más, “porque una mujer tiene más difícil seguir vinculada al deporte durante mucho tiempo”. No es que la culpa sea del atletismo, “que es el deporte más igualitario que existe”, incide Marta, sino de la sociedad. “Llegada la adolescencia, la actitud que tienen niños y niñas hacia el deporte no es la misma. Las chicas tienen difícil integrar en su día a día un estilo de vida activo con el deporte como un pilar, y se ve porque hay muchísimas niñas que hacen deporte, pero muchísimas jóvenes que lo dejan; eso no pasa en los dos sexos”.
¿Por qué ocurre eso? “En general, habría que darle mucha más importancia al deporte como estilo de vida y como forma de entender nuestra relación con el cuerpo. Luego, creo que existe una especie de entre indiferencia y vergüenza por el deporte, o por el propio cuerpo y el movimiento, entre las chicas cuando empezamos a crecer. Y un rechazo a la competitividad, no tanto el que te guste ganar, pero el que te parezca que haces el ridículo cuando estás haciendo deporte”, explica Marta, que justo hoy cumple 28 años.
La soriana se refiere a los clichés que la sociedad ha impuesto durante décadas y que todavía perduran, “como que el deporte de competición, o el hacer el deporte como parte de tu día a día, el quedar un viernes a hacer deporte, por ejemplo, se sigue viendo como una actividad de chicos”. Ante esta situación, la sociedad mira hacia otro lado: “A nadie le parece raro si en una clase de instituto son 15 chicas y solo dos hacen deporte, es algo que ni nos planteamos, pero no es normal. Debería ser algo casi diario y hay un porcentaje altísimo de adolescentes que no hacen ningún tipo de deporte, e incluso en Educación Física se les permite que pasen un poco del tema. Esa indiferencia no ayuda a nada”.
Las hay que no dejan el deporte, como la propia Marta o sus compañeras Irene Sánchez-Escribano y María José Pérez, que compaginaron el atletismo de alto rendimiento con una formación académica tan exigente como la Medicina, aunque son una excepción. “Muchas mujeres recuperan el deporte pasado los 30, pero hay una desvinculación total con la gente joven y no se puede permitir que eso ocurra. Debería haber actividades de fomento del deporte en esa etapa tan difícil de la adolescencia de la mujer en la que te cambia el cuerpo y pasas de poder competir contra los chicos a de repente ser malísima. ¡Porque eso es lo que pasa!”, exclama la mediofondista de Soria. “Luego hay cuestiones ligadas a la percepción del cuerpo, de cómo tú te ves, que me parece importante trabajarlo porque después se ve que hay muchas chicas con trastornos de alimentación y prácticamente todos son en la misma edad”.
Llegados a este punto, Marta hace un último llamamiento al respecto: “Muchas niñas en esas situaciones se ven muy solas, porque además los resultados vienen y es todavía más difícil. No creo que sean abusos, simplemente una cuestión de que la gente no se da cuenta, no ve las señales, pero hay que hacer lo posible por prestarle atención porque no son casos aislados. Hace falta una educación, una formación o el conocimiento de que estas cosas pueden pasar y pasan muy pronto. Los cuerpos de las chicas cambian mucho, e igual si la ves a diario no te das cuenta, pero hay que hacerlo. No quiero personalizar en la figura del entrenador porque hay mucha gente alrededor, muchos compañeros y nosotras las rivales, las primeras. Estas cosas tienen mucha más importancia de la que le damos”.
Por: Miguel Olmeda